Cuando el joven McCandless de 24 años emprendió una aventura de supervivencia en el interior de Alaska no sospechaba el trágico destino que le aguardaba en aquel territorio gélido e inhóspito.
La última persona que lo vio con vida insistió en entregarle un par de viejas botas de caucho, unas latas de atún y una bolsa de maíz que portaba en su furgoneta. Estos objetos se añadirían a la bolsa de arroz, el rifle semiautomático y varios libros que portaba en su mochila. Con este escaso equipaje se adentró en la «Senda de la Estampida» hacia el corazón del territorio de Alaska. Quería demostrar que podía vivir exclusivamente de lo que obtuviera de la tierra, cazando y alimentándose de raíces, bayas y plantas comestibles.
«Quería movimiento, no una existencia sosegada»
Después de graduarse en la Universidad, Chris McCandless donó los ahorros de su fondo universitario a una entidad benéfica, se despidió de sus padres y comenzó un viaje por los Estados Unidos equipado únicamente con aquello que consideraba imprescindible, siempre evitando permanecer demasiado tiempo en el mismo lugar. Deseaba huir de una vida que consideraba rutinaria y monótona.
«El núcleo esencial del alma humana es la pasión por la aventura… No eches raíces, no te establezcas. Cambia a menudo de lugar, lleva una vida nómada, renueva cada días tus expectativas»
Chris McCandless, antes de adentrarse en Alaska.
Trabajó de manera esporádica para financiar gastos básicos como transporte, alojamiento y comida. Durante dos años recorrió por sus medios los estados de Dakota del Sur, Arizona, California llegando incluso a atravesar la frontera de México.
Durante las primeras etapas de su viaje hizo parte del recorrido en un viejo coche de su propiedad. Más tarde se vería forzado a abandonarlo cuando una tormenta le sorprendió en pleno desierto de Mojave. Continuó su viaje a pie o haciendo autostop, incluso adquirió una canoa con la que surcaría parte del río Colorado hasta que ya no pudo avanzar más.
Alejarse de la civilización
Su meta última era viajar a Alaska, alejarse de la civilización y vivir aislado para demostrar que era posible sobrevivir en una tierra remota sin ningún tipo de ayuda. Una vez obtuvo lo indispensable se encaminó a la que consideraba su «gran aventura».
Tras viajar haciendo autostop hasta el Parque Nacional del Denali, al inicio de una ruta conocida como la «Senda de la Estampida», Chris McCandless (o Alexander Supertramp como pasaría a llamarse) se adentró por fin en el territorio de Alaska.
Avanzó por la senda hasta un punto en que no le quedó más remedio que vadear el río Teklanika. En aquella época del año el nivel del agua aún no era muy alto así que pudo atravesarlo sin mucha dificultad. Más adelante no tendría tanta suerte cuando el deshielo alcanzara su momento más álgido.
Un destartalado autobús amarillo
Tras adentrarse aún más siguiendo dicha senda Chris McCandless llegó hasta un viejo autobús destartalado. Una antigua empresa minera lo había abandonado hacía años y ahora servía de refugio a tramperos y cazadores. Carecía de ventanas y apenas brindaba protección contra el frío. Sus únicas comodidades eran una litera desvencijada y una vieja estufa de leña situada en el interior.
Chris McCandless haría de él su hogar durante un tiempo. Sus planes eran vivir de la caza y los recursos que pudiera recolectar una vez agotadas sus provisiones, pero pronto se dio cuenta que cazar resultaba terriblemente difícil y que las presas que obtenía no suponían sustento suficiente. Se sentía débil. Llegó a cazar incluso un alce, pero no fue capaz de tratar la carne adecuadamente y acabaría desechando los restos pasados unos días.
Poco a poco sus habilidades irían mejorando y obtendría muchas más piezas de caza pequeñas, aunque insuficientes para mantener un aporte constante de energía.
Transcurridas unas semanas decidió que era el momento de poner fin a «su última y mayor aventura». Se echó la mochila a la espalda y abandonó el autobús tomando de nuevo en sentido inverso.
Sin embargo las condiciones habían cambiado. Ahora el río Teklanika estaba en plena crecida y era imposible vadearlo. Tomó la decisión de volver a la seguridad del autobús y aguardar condiciones climatológicas favorables.
Un desenlace fatal
De regreso al autobús se aplicó de nuevo a la caza y la recolección para subsistir. Sin embargo, gastaba más energía de la que podía consumir con presas pequeñas y su debilidad fue en aumento, situándose al borde de la desnutrición. Anotó en su diario: «EXTREMA DEBILIDAD, ME FALTA COMIDA. SEMILLA. TENGO MUCHAS DIFICULTADES PARA PERMANECER DE PIE. ME MUERO DE HAMBRE. GRAN PELIGRO».
El 3o de Julio, dos meses después de iniciar su aventura su estado empeoró sensiblemente. El 19 de Agosto Chris McCandless fallece en el autobús abandonado que le servía de refugio.
En Septiembre, varios cazadores llegan a la zona donde se encontraba el autobús, encontrando a una pareja de excursionistas aterrados por el olor nauseabundo que provenía del interior.
En la puerta Chris había dejado una nota con el siguiente mensaje: «S.O.S. NECESITO QUE ME AYUDEN. ESTOY HERIDO, MORIBUNDO, Y DEMASIADO DÉBIL PARA SALIR DE AQUÍ A PIE. ESTOY COMPLETAMENTE SOLO. NO ES UNA BROMA. POR DIOS, LE PDIDO QUE SE QUEDE PARA SALVARME. HE SALIDO A RECOGER BAYAS Y VOLVERÉ ESTA NOCHE. GRACIAS. CHRIS MCCANDLESS. ¿AGOSTO?»
El cuerpo de Chris McCandless llevaba muerto dos semanas y media dentro de un saco de dormir azul encima de una litera destartalada.
Varias son las teorías sobre su muerte. Inicialmente se pensó que podía haber ingerido una variedad de bayas de un guisante silvestre que crece en la región y cuyas propiedades tóxicas son bien conocidas. Sin embargo Chris contaba entre sus pertenencias con un libro que había obtenido en la biblioteca donde se detallaba la fauna y flora de la región, por lo que era improbable que hubiera tomado dicha planta venenosa por comestible.
Hacia rutas salvajes
El escritor, periodista y escalador Jon Krakauer, en su novela «Hacia rutas salvajes» sugiere que durante las últimas semanas de vida podría haber estado alimentándose de un tipo de patata silvestre muy conocido por las tribus indias de la zona.
Si bien el tubérculo es comestible, un estudio de 2014 confirmaba la presencia en las semillas ingeridas por Chris McCandless de L-canavanina, un antimetabolito tóxico para los mamíferos.
Si estas semillas supusieron una parte importante de la dieta de sus últimas semanas sus efectos serían devastadores. Ingeridas en una concentración suficiente debilitan en extremo al sujeto, incapacitándolo para andar o efectuar cualquier actividad. Si así fue Chris McCandless finalmente se introduciría en su saco de dormir para ir apagándose poco a poco.
Un final ¿inevitable?
«HE TENIDO UNA VIDA FELIZ Y DOY GRACIAS AL SEÑOR. ADIÓS Y QUE DIOS OS BENDIGA», escribiría el entre el 13 y el 18 de Agosto al dorso de una página arrancada de un libro de poemas.
Resulta paradójico que si la debilidad no hubiera sido tan extrema posiblemente podría haber abandonado Alaska con vida. El paraje donde se encontraba está relativamente cerca de una carretera donde los turistas se internan en el Parque del Denali. Cerca de donde falleció también se halla una cabaña refugio que aunque no contenía víveres por un saqueo reciente podía haberle servido de refugio mientras solicitaba ayuda del exterior.
Además debido a la ausencia de un mapa en su equipaje Chris McCandless nunca supo que más arriba de la zona por donde intentó vadear el río Teklanika sin éxito el cauce se ensanchaba, permitiendo vadearlo sin mucha dificultad.