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Ezequiel Eads no tiene oídos

  • junio 20, 2024
  • Ficción Insólita

Cuenta Robert Ripley en Ripley’s Believe It or Not!: Ezequiel Eads, de Atenas, Nueva York, que murió en 1884, había nacido sin oídos. Los lados de su cabeza no mostraban huella alguna de ellos; tampoco tenía aberturas que pudieran alojarlos. Sin embargo podía escuchar a través de la boca; para hacerlo, la abría mucho.

Lo que no contaba la bizarra franquicia del señor Ripley es quizá lo más singular de la vida de Ezequiel, que ya a sus tres añitos, cuando se convirtió en parte esencial del divertimento de otros chicos, comprobó cuán difícil resultaba ir siempre con la boca abierta, atento a las voces y ruídos del mundo. Las posibilidades lúdicas del niño sin oídos eran muchas; pero la preferida por la chiquillería, tal vez porque liberaba más cantidad de dopamina, era jugar a colar moscas muertas en la boca de Ezequiel.

Inevitablemente, algunas de ellas se precipitaban garganta abajo, tal era la pericia de ciertos lanzadores, capaces de hacer blanco en pleno galillo a un metro de distancia. «Las más repugnantes eran las moscas de las letrinas porque todavía después de muertas, conservaban un marcado retrogusto a mierda», confesaría años más tarde el reputado arúspice Ezequiel. Las involuntarias muecas, un tanto ridículas por exageradas, de Ezequielito cada vez que se tragaba una mosca, servían de acicate para afinar la puntería. Eran muecas que parecían esbozar un grito frustado, un grito silencioso, un grito que sonara en otra parte, pero que a su vez resultaban ser muy divertidas.

Única fotografía que se conserva de Exequiel Eads.

Algunos niños bienintencionados le aconsejaban entre risas: «Ezequielito, en boca cerrada no entran moscas»; sin embargo, Ezequielito, niño cabezón y de natural curioso, prefería comerse unas cuantas moscas, sobreponiéndose a la náusea, antes que permanecer ajeno al fragor verbal de sus congéneres.

¡Hay que ver cómo cambian los tiempos! Lo que en aquella época era un juego inocente que a todos nos haría reir, hoy es un delito que merece ser castigado; todo lo cual me lleva a sospechar que la historia es una máquina textual que requiere a su vez de una máquina interpretativa.

Este aporte nutricional extra en la dieta diaria de Ezequiel fue determinante para su desarrollo cognitivo, psicológico y parapsicológico (a nadie se le escapa la importancia que tiene una buena alimentación para el equilibrio del ecosistema del cual emerge esa facultad psíquica que hemos convenido en llamar consciencia). Papamoscas, como fuera motejado Ezequiel, adquirió destrezas precognitivas y perceptivas inusuales para un niño, gracias a las cuales era capaz de adivinar el futuro de una persona estudiando la forma que tenía ésta de atrapar moscas.

Créase o no.

Tags:
  • Ezequiel Eads
  • Ficción
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Historia Insólita es licencia CC BY 4.0